El Pacto de Sangre

by mayo 10, 2023 0 comentarios

 

Arte conceptual del primer acto de esta historia épica, con los personajes Lhuna la Esclava, Kháli Mandrágorah y El Hombre que No Tiene Nombre.


Cansada de todos los abusos físicos y psicológicos sufridos desde su infancia, la esclava Nháyade Lhuna intenta escapar de su terrible tormento de vida, aquella madrugada, después del último festín de sus amos eternos, en vano, ya que es descubierta por uno de los guardias más aberrantes de aquel antro de perversiones, iniciando una desesperada persecución de supervivencia que termina en un altar prohibido de invocación interdimensional.

El guardia le pone las manos encima para devolverla al claustro de esclavas, pero no sin antes aprovechar el momento único para someterla a sus más bajos instintos, la aterrada cautiva rasguña la mejilla derecha de su rapiñador, el cual responde con un alarido de dolor y mucha ira, asestando una dura bofetada en el rostro de la bella ninfa que cae desplomada al suelo.

Un sabor a hierro empieza a sentirlo en su boca, el ruin carcelero ha logrado hacer brotar unas cuantas gotas de sangre de aquellos hermosos labios carnosos mientras que sus prístinos ojos entre lo purpura y lo gris empiezan a emanar lagrimas llenas de miedo, ira y mucha impotencia.

Una pequeña gota de sangre se desploma por su boca, baja rápidamente por la barbilla y se apresura a lanzarse al vacío de aquel misterioso recinto, hasta caer al piso, justo en el centro de un extraño diagrama lleno de misteriosos símbolos arcanos que instantáneamente empiezan a brillar al entrar en contacto con el fluido de la hermosa criatura.

El lugar empieza a temblar mientras que un misterioso halo portal se forma en el centro de aquella habitación, el guardia y la esclava se separan hacía los extremos opuestos de cada pared, paralizados entre el miedo y el asombro de aquella manifestación de energía tan inusual.

La habitación se llena de bruma, que se va disipándose rápidamente para mostrar las inquietantes siluetas de dos poderosos y aterradores guerreros, como salidos de la peor fantasía del Dios Venngher [β], el guardián carcelero reconoce a uno de los seres liberados en el inesperado sortilegio de hechicería profana.


El esbirro lanza un entrecortado grito de miedo que intenta disparar todas las alarmas del palacio, mientras intenta escapar del lugar, en vano, ya que una mortífera espada ha perforado su espalda hasta alcanzar salir ligeramente por su estómago, lanzada por la otra criatura con forma femenina, la acompañante del terror que logró identificar.

Aún con algo de vida, el guardia se estremecía de dolor nadando en su propia sangre sobre aquel frio piso, mientras contemplaba aterrorizado como el demoniaco guerrero con aquella bermeja armadura y cuernos de poder sobre su yelmo se le acercaba, muy lentamente, para asestar el golpe de gracia en su garganta con el filo de su quimérico mandoble.

Una vez muerto, los dos misteriosos seres enfocaron sus miradas perturbadoras en la frágil efigie de la pálida esclava aún tumbada en el piso, completamente congelada de miedo y asombro ante semejante brutalidad de escena barbárica, sus ojos brillaban entre la oscuridad del recinto y la densa niebla restante, como brazas de fuego salpicando de la hoguera.

El guerrero se acercó hasta la esclava, la miro en silencio, detenidamente, durante un muy incómodo minuto que es cortado abruptamente por su compañera al intentar asesinarla con su espada, irónicamente también en vano, cayendo presa de una extraña parálisis momentánea que no dejaba por ningún medio que pudiera realizar la ejecución.

La amazona y el guerrero se dan cuenta de lo que realmente ha sucedido, el ritual de invocación finalmente se ha consumado, liberándolos de su prisión milenaria por un pacto de sangre, y ahora deben servir la voluntad de aquella frágil criatura, hasta consumir el deseo que ella tenga para ellos en su corazón, que no es otro más que aniquilar a sus amos eternos, tres diabólicas entidades que la raptaron desde niña, condenándola a aquella desdichada vida.

Porque la sangre debe fluir, una vez más en las tierras de La Ira Infinita

Carlos Rodríguez

Artista Digital

Artista y el mismo tonto de hace 10 años atrás...

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